miércoles, 5 de marzo de 2008

VIVIENDO EN LA GUERRA FRÍA

El actual conflicto diplomático colombo-venezolano parece una reedición de la Guerra Fría, con “lacayos imperialistas” enfrentados” a “terroristas marxistas” auspiciados por un Estado que intenta resucitar el viejo comunismo del siglo pasado.

La Guerra Fría, aquella confrontación global entre comunismo y capitalismo, finalizo en 1989 con la desintegración de la Unión Soviética y el derrumbe del bloque comunista. Sin embargo, la actual crisis diplomática entre Colombia y Venezuela parece evidenciar que en esta parte del mundo las viejas formas de plantear los conflictos y los antiguos esquemas mentales propios de la confrontación entre el comunismo y el capitalismo siguen teniendo fuerza. Esta crisis presenta todas las características de aquellos conflictos típicos de la Guerra Fría: un Estado, aliado de uno de los bloques de poder, acusa a otro Estado, aliado a su vez del bloque opuesto, de auxiliar a una guerrilla interna que intenta derrocarlo.

Pero si el actual conflicto colombo-venezolano recuerda la Guerra Fría es por algo más que una mera casualidad histórica. La semejanza obedece, más bien, a que los procesos políticos internos tanto de Colombia como de Venezuela aún continúan enmarcados dentro de la dinámica de la Guerra Fría. Los rumbos políticos tomados por estos dos países durante aproximadamente la ultima década los han llevado a reconstruir en sus escenarios internos modelos políticos basados en concepciones dominantes durante la Guerra Fría. En el caso venezolano esto es patente: el proyecto del “socialismo siglo XXI” de Hugo Chávez no es más que una reedición del viejo comunismo autoritario y antidemocrático del siglo XX. En el caso colombiano la cuestión no es tan evidente dado el pluralismo democrático del país; sin embargo, es claro que la fuerza política dominante, el llamado uribismo, es un proyecto político que basa su propuesta esencial, la llamada Seguridad Democrática, en formas de ver el conflicto bastante análogas a las de la vieja Doctrina de la Seguridad Nacional: existe un enemigo interno que ampara sus operaciones de desestabilización en instituciones legales (sindicatos, intelectuales, instituciones defensoras de los derechos humanos, la prensa). Esta reformulación de la Doctrina de Seguridad Nacional es en buen parte una respuesta de los sectores más conservadores de la sociedad colombiana a la pervivencia de una guerrilla típica de los días de la Guerra Fría.

De este modo, tanto Venezuela como Colombia aún viven internamente procesos característicos de la Guerra Fría: si en Venezuela se intenta resucitar el cadáver del comunismo, en Colombia aún no hemos logrado superar un conflicto interno propio de aquella época y, al contrario, el gobierno de turno parece enfrentar el problema reformulando una ideología propia también de aquella época. La ideología anti-comunista (que ve conspiradores comunistas, ahora se diría terroristas, en todo lado), el macartysmo, la visión de que la criticas de la oposición son connivencias con la guerrilla, la poca receptividad hacia los cuestionamientos hechos por defensores de derechos humanos a quienes se ve como defensores (“idiotas útiles”) del terrorismo, la poca voluntad para develar las estrechas alianzas de agentes estatales con grupos ilegales que dicen combatir a la guerrillas, etc., todas estas son posiciones que el actual bloque de gobierno promueve y que tuvieron una formulación original en la Doctrina de Seguridad Nacional. El uribismo, al igual que las FARC, vive ideológicamente anclado en otra época.

Pero estos procesos internos de Venezuela y Colombia han terminado por chocar en el plano externo dada la evidente afinidad ideológica (y al parecer apoyo expreso) del “proyecto bolivariano” de Chávez con las FARC. Esta organización es la chispa que ha hecho colisionar los polos opuestos del “comunismo bolivariano” venezolano y la derecha retardataria que hoy gobierna Colombia. El escenario de un típico conflicto de Guerra Fría se completa con la influencia norteamericana en la región: respaldando el proyecto político del uribismo y buscando contrapesar la rueda suelta en la estabilidad regional que representa el chavismo.

Que tal escenario perviva en Latinoamérica es una muestra de las grandes dificultades que enfrenta nuestra región para construir sociedades progresistas en las que la democracia y el bienestar socioeconómico vayan de la mano. La tenaz persistencia con que sectores tradicionalmente privilegiados le ponen cortapisas al avance de la equidad social lleva a popularizar entre las gentes del común soluciones desesperadas (autoritarias y antidemocráticas) como el chavismo. Del mismo modo, en el caso colombiano, la tradicional falta de compromiso por parte de los sectores dominantes para resolver los graves problemas de derechos humanos ha llevado a que el grueso de la población esté poco consciente de los valores básicos de una democracia y sea, por el contrario, terreno fértil para legitimar un proyecto político bastante despectivo con esos mismos valores democráticos.

En síntesis: Colombia y Venezuela están hoy reeditando un conflicto propio de la Guerra Fría debido a que en estas naciones (como en la mayor parte de América Latina) sobreviven las condiciones sociales y políticas de las que se alimentaban esos conflictos. Es inevitable que Estados limítrofes que albergan en su interior problemas típicos de la Guerra Fría y que afrontan esos problemas con los modelos ideológicos y políticos de aquella época terminen enfrentándose: así como un vecino comunista era intolerable para un Estado capitalista (y viceversa), también un vecino “bolivariano” es intolerable para un Estado “aliado del imperio” (y viceversa). Mientras Colombia siga siendo un Estado tan influido por Washintong, que aplica en su interior una versión actualizada de la Doctrina de Seguridad Nacional y que no logra resolver su conflicto interno, y Venezuela siga siendo la “Republica Bolivariana” que se autoproclama adalid “antiimperialista”, el conflicto será inevitable. Es inevitable que dos Estados que configuran sus órdenes internos en formas tan diametralmente opuestas y con relaciones internacionales tan diversas no terminen por chocar. El “proyecto uribista” y el “proyecto chavista” chocaran siempre, a veces hasta niveles peligrosos como los actuales, mientras estén uno al lado del otro.

De alguna forma, en el actual conflicto diplomático la confrontación vuelve a ser entre capitalismo y comunismo (aunque con nuevos nombres) con la democracia perdiendo por igual en los dos modelos bajo la justificación común de la lucha contra el enemigo: los “lacayos imperialistas” de allá y los “terroristas” de acá.

No hay comentarios: