martes, 5 de febrero de 2008

¡Ni Un Milímetro…! (Primera Parte)



Los colombianos cada día se acostumbran más a la idea de que la responsabilidad por la liberación de los secuestrados compete solamente a las FARC. Nos estamos enseñando a que el camino para obtener la libertad de los secuestrados depende de que las FARC reconozcan el repudio generalizado a sus acciones y entreguen voluntariamente a los secuestrados. Nos estamos acostumbrando a que lo máximo que se puede hacer desde aquí, desde la libertad, por quienes están allá en la selva privados de ella, es rechazar a las FARC y reclamarles, exigirles, la “liberación inmediata y sin condiciones” de los secuestrados. No estamos haciendo a la idea, en fin, de que toda responsabilidad por la libertad de los secuestrados depende de la voluntad de las FARC y estamos pensando que esa voluntad (forrada en plomo al parecer) puede ser siquiera rozada por nuestras exigencias por más vehementes que sean.

Pero la verdad es que adoptar estas ideas es no darse cuenta que para traer los secuestrados de regreso se necesita que quienes estamos afuera adoptemos una posición más activa. El problema no es sólo de rechazar a las FARC sino de desarrollar mecanismos concretos mediante los cuales las FARC liberen a los secuestrados. Se necesitan más acciones, más propuestas sobre cómo hacerlo, más iniciativas acerca de que medios emplear para obtener su libertad. Se trata, más bien, de ponerse en contacto con las FARC, hacerles propuestas e implementar mecanismos para la liberación. En pocas palabras hay que negociar.

Talvez esta estrategia de negociar con las FARC no goce de la simpatía de quienes prefieren aferrarse a un rechazo emocional de aquellos que ven como terroristas o como asesinos, pero hay que darse cuenta de que esta actitud de simple repudio sólo es útil para la conciencia de quienes afortunadamente disfrutan de la libertad pero no para los secuestrados. Nuestro odio y repudio a las FARC pueden crecer y manifestarse públicamente de mil maneras (incluidas multitudinarias marchas) pero eso sólo sirve para reafirmar ese mismo odio y amplificarlo en un sentimiento colectivo que a lo mejor nos hará sentir satisfechos en el plano individual pero que no nos acerca ni un milímetro a la libertad de los secuestrados. Si no se hace algo, sino se implementa un plan o propuesta para traerlos de regreso, todo ese rechazo visceral a las FARC, justificado pero inútil, solo habrá sido útil para quienes hoy lo explotan políticamente.

Hay quienes piensan que negociar la liberación de los secuestrados es entregarle el país a las FARC, es rendirse. Pero pensar eso es lo mismo que pensar que quien paga un rescate para salvar a un familiar secuestrado esta rindiendo el país a las FARC o es un financiador del terrorismo. Todos y cada uno de quienes hoy se oponen rotundamente a la opción de negociar con las FARC, de tener los medios económicos para hacerlo, pagarían gustosos el rescate que les pidieran con tal de salvar a un ser amado. Y es que en todo esto de los secuestrados existe una gran insensibilidad frente al dolor ajeno (la gente se moviliza más por el odio a las FARC que por el retorno efectivo de los secuestrados), una gran incapacidad para ponerse en el lugar del otro: décadas de guerra y sufrimiento, para una inmensa mayoría sólo vistos por televisión, han incubado en nosotros odio por los victimarios (que en algún momento podrían llegar a ser también nuestros victimarios directos) pero nos han inmunizado frente al dolor (y soledad) de las victimas y sus familias.

Las razones que se dan habitualmente para no negociar: “la dignidad y seguridad de la patria”, “la patria que estaba entregada a los bandidos”, “los milímetros” que no se ceden ante el enemigo, son solo justificaciones grandilocuentes para justificar como causa nacional lo que no es más que insensibilidad ante las victimas del conflicto en nuestro país. Frases inmensas para decorar conductas mezquinas basadas por igual en el odio y la indiferencia.

La Gran Marcha del 4 de febrero no fue organizada por el gobierno y quienes la promovieron mantuvieron su autonomía en el mensaje que pretendían dar. Pero esa movilización sí fue el gran escenario de consolidación de la estrategia de la pasividad: tirarle el balón de la liberación a las FARC y dejar la cuestión de la liberación es sus manos. Por eso el establishmenth (medios, gremios, coalición de gobierno) apoyo de tal manera una anónima iniciativa nacida en facebook y que por si sola no hubiese tenido mayor fuerza: la marcha no se comprometía con un camino específico para liberar a los secuestrados, no discutía si era mejor el acuerdo humanitario o la zona de encuentro, si había que despejar o no; la marcha se limitaba a decir “no a las FARC”, algo que se acomoda muy bien a la actitud del gobierno frente al tema de los secuestrados: librar cualquier responsabilidad en las posibilidades para su liberación y cargar esa responsabilidad en manos de las FARC.

Tras esta marcha los colombianos se sienten más unidos que nunca contra las FARC. Pero, por otro lado, se confirmo lo lejanos que están de se capaces de proponer, de comprometerse con una propuesta activa para la liberación…Lo lejanos que están tender caminos desde la libertad hacia la selva en que se deterioran los secuestrados. Lo lejanos que están de comprender que un milímetro de terreno puede representar todo un mundo de libertad para quienes hoy no la tienen.

No hay comentarios: